sábado, 27 de agosto de 2016

La chica que saltaba a través del tiempo



Era uno de estos días en que uno se despierta en casa ajena y se ve obligado a hacer alguna cosa para llenar la mañana. No se puede salir, no hay consola… pero sí hay Netflix. Me puse a curiosear a ver que aparecía y encontré este film de Mamoru Hosoda (El niño y la bestia) que me pareció simpático. Por ello, decidí ponerme con la película para no aburrirme mientras esperaba que la casa despertara…

Makoto es una chica de instituto de lo más normal. Los estudios, la comida y sus amigos copan todos sus intereses a los que se dedica con la alegría propia de los que nunca han sufrido. Un bien día, descubre que puede “saltar” para atrás en el tiempo. Ante ella se abre un abanico de posibilidades. ¿Qué puede hacer un adolescente con ese poder sino divertirse? Así pues, repite las fiestas en las que se lo ha pasado bien, los exámenes que no fueron tan bien o las conversaciones delicadas con los compañeros de clase. Como no puede ser de otra manera, a medida que el uso de sus poderes se transforma en abuso, el daño que causan sus brincos se hará más patente, lo que la obligará a un uso cada vez más cuidadoso y reflexivo.

Lo que más sorprende de este anime es que no deja de abrazar el shojo a lo largo de todo su metraje. El efecto mariposa producido por sus numerosos avatares temporales gana cada vez más importancia, pero el tema de la película no se aleja nunca de los amoríos de la pobre Makoto. Los mecanismos que encontramos en el film y su desarrollo son los propios de las propuestas romanticonas que nos vienen desde el país nipón. No obstante, la introducción de un elemento típico de la ciencia-ficción como los viajes en el tiempo amplía las posibilidades para introducir elementos inusuales: Hosoda aplica con brillantez paradojas temporales, intentos infinitos y universos alternativos. La frescura que aportan rompe con nuestros esquemas, convirtiendo una historia de amor convencional en una propuesta de lo más inusual. 

Se abraza la ciencia-ficción con mimo, respetando sus normas y reflexionando sobre las consecuencias de romper el espacio-tiempo pero… en un ambiente totalmente cotidiano como es el día a día en un instituto, provocando un abanico de consecuencias que ningún forofo del género hubiera considerado jamás. 

La mezcla tiene todos los números para fracasar. Son mundos muy diferentes, que no tienen nada entre sí. Pero Hosoda consigue que esta difícil unión sea efectiva para el valiente espectador que no haya salido huyendo ante una película romántica llena de complicaciones o una propuesta de ciencia-ficción con tanto edulcorante. 

La creatividad que destila la película está fuera de lo común, llenándote de frescura y buen rollito para a continuación lanzarte por rincones de tu alma dónde nunca te hubieras esperado asomar en una propuesta tan happy como ésta. Sin embargo, se le puede discutir cuál es la necesidad de realizar un ejercicio de estilo de tal calibre, juntando géneros aparentemente incompatibles con un guión lleno de lirismo y ganas de vivir que hace guiños a mil elementos culturales del Japón de los setenta y actual, o si el más difícil todavía que se gasta al final tiene algún sentido. Ese es, quizás, el problema, hay muchas más ideas metidas de las que parece, y no todas acaban de estar bien desarrolladas.  


La animación se aleja del preciosismo típico del Estudio Ghibli, pero no por ello es menos destacable. Su simpleza y fluidez se hace ideal para fotografiar una ciudad japonesa en toda su belleza, revistiendo de un atractivo especial a calles, parques, charcos y horizontes de edificios. Es complementado con una banda sonora llena de alegría que contribuye a acompañar y dar sentido a cada situación, remarcando el carácter de cada personaje.  

Sin embargo, como ocurriera de nuevo en El chico y la bestia, la ligereza que desprende la película durante su 80% inicial se ve truncada con un giro trascendente a falta de veinte minutos para acabar. Más que capaz de dejarte con el culo roto, este cambio de esquemas previo al desenlace es lo más cuestionable de toda la película, pues contrasta radicalmente con el ambiente de jovialidad que venía arrastrando. A mí me ha encantado, pero estoy seguro de que muchos saldrán volando tras el abrupto cambio de tono previo al desenlace. 

Respecto a este desenlace (SPOILER), la analogía entre las vidas de Makoto y Kazuko no es casual. El libro de La chica que saltaba a través del tiempo es una novela de 1967 escrita por Yasutaka Tsutsui en la que (casi) los mismos hechos le suceden a una joven Kazuko. En esta adaptación, Hosoda ha decidido inventarse una continuación, trasladando la historia al presente (con Makoto) y así poder conectar con el público actual sin romper lazos con la historia original. El enlace para relacionar ambas historias está lleno de poesía –ese cuadro que cuya historia se pierde en el origen de los tiempos…-  capaz tanto de emocionar al dispuesto como provocar ataques de diabetes al incauto. FIN DEL SPOILER

La chica que saltaba a través del tiempo puede ser un tanto cursi y petarda, pero hay que reconocer que tiene su encanto. Realmente, me costó un rato decidir si me había gustado o no, pues es una propuesta tan inusual que descoloca sin ambages. Lo que si se hace obvio es que Mamoru Hosoda es un director lleno de buenas ideas, poseedor de un talento fuera de lo común y muchas granas de expresar sus inquietudes. No acabo de estar de acuerdo con su toma de decisiones o la ambición que demuestra en cada proyecto, pues La chica adolece del mismo “defecto” de El niño y la bestia: es una película mucho más compleja de lo que da a entender inicialmente; es bueno porque da mucho más de lo esperado, pero al mismo tiempo es malo, porque no consigue redondear el montón de ideas que hay embutidas en su metraje, como si hubiera mordido más de lo que puede tragar.

Nota:
7
Nota filmaffinity: 7.2

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