domingo, 10 de julio de 2016

La última estación



Leons Tolstoi es uno de los autores más conocidos de la historia de la literatura. Es verdad que encontramremos pocos lectores que hayan leído en profundidad la mayoría de sus obras y menos aún que sean capaces de nombrar hechos importantes de su vida, pero casi toda persona con una culturilla media te será capaz de sacar un par de títulos de este autor (Guerra y Paz, Crimen y Castigo…). Esta producción anlgo-ruso-alemana busca justo poner luz a los últimos días de Leon Tolstoi, desconocidos para casi todo el mundo occidental. 

 

Para ello se usa como excusa la contratación de un nuevo secretario que trabajará en la gestión de sus propiedades. A través de él nos introduciremos en la agitada vida de este mítico autor, pues sus muchos hijos se disputan su herencia (con él en vida), no queda claro quen es el beneficiario de sus derechos de autor y se producen muchas tensiones entre sus familiares y su club de fans (ejem). Realmente tenía una vida algo movidita. 

El mayor problema de la película es que no se realiza ningún esfuerzo en ubicarte en el tema y si no conoces de antemano qué papel ocupa pada personaje en el fregao, es muy fácil perderse. Lo mismo ocurre con la figura de Tolstoi, que se ha convertido –muy a su pesar- en el mesías de una religión que servirá de germen al comunismo, en la que contrasta la idea de intentar seguir una vida austera en la que todo es de todos mientras el dinero que producen sus libros le sale de las orejas. 

Entre todas las intrigas, orbitan también las opiniones que Tolstoi tenía sobre la religión, sobre las que reflexionaba -soterradamente- en sus libros: ¿Cómo se puede construir una utopía si se olvida la dimensión más humana e inmediata? ¿Qué derecho tiene el ideal del bien supremo para sobreponerse a las flaquezas sentimentales? ¿Es posible inculcar un ideal universal en un mundo donde la gente tiene mil modos diferentes de llegar a la alegría?

Por si imbuir tods estas ideas en el metraje os parecía poca cosa, se debe añadir las múltiples lecturas que se pueden sacar del título, tratadas de mayor o menor manera dentro del film: la última estación es tanto el lugar donde muere Tolstoi como el estado de senectud y paz al que se llega a una edad avanzada, como aquel estado de feliciadad al que cada persona debe aspirar y, ¿por qué no?, la propia sociedad. 

En conjunto se trata de  una propuesta agreste para un espectador que ofrece facilidades para implicarse a la historia a menos que uno ya venga motivado de un inicio. Además, el recurso de tirar de un secretario para “suplantar” al espectador a modo de vehículo para contarnos la historia está demasiado forzado, pues su presencia en la casa –y en la historia- es un pegote que no tiene la más mínima influencia o importancia, podría no estar en ella y acabaría ocurriendo exactamente lo mismo. De la misma manera, no entiendo el motivo de gastar un puñado de minutos de un metraje ya dilatado de por sí en una trama romántica que no lleva a ningún lado más que a despelotar a una de las actrices. 

Sin embargo, la gran factura técnica de la producción ayuda a sobrellevar la densidad de su mensaje. Cada plano es, en sí, un placer para la vista y denota un esfuerzo econónomico y temporal notable. Es, claramente, una película muy bonita de ver con multitud de planos de innegable belleza, retratando con maestría la campiña rusa, la fastuosidad de los trenes y sus mansiones y la bucólica vida del pueblo llano. De la misma manera, el guión se ha trabajado enormemente para aportar frescura en un tema muy farragoso, con un ritmo inesperadamente vivo –para tratarse de un biopic- que impiden que lleguemos al aburrimiento. En todo momento da la impresión de que va a ocurrir algo importante y eso nos mantiene con ganas de seguir viendo la película.

Y luego están Christopher Plummer y Hellen Mirren. Simplemente inmensos. Ambos logran una impresionante química como venerable pareja y se nos hace muy fácil creer que efectivamente son la legendaria pareja rusa. Sólo por disfrutar de su actuación ya vale la pena echar un visionado de esta película, especialmente si eres de los que pueden disfrutar de un buen trabajo actoral aunque la historia no te llegue a interesar. Lástima que el resto de los secundarios no se lo tome tan en serio como ellos. 


Mi impresión es que La última estación no sabe qué película quiere ser y se queda a medio camino entre el drama filosófico/histórico, el biópic y la comedia romántica. Ningún aspecto técnico de La última estación se aleja de la máxima corrección y pulcritud, pero no consigue transmitir la pasión de unos hechos que aquí solo aparentan ser los desvaríos de un grupo de gente un poco excéntrica. Suerte tiene el film que los actores principales deciden realizar un trabajo deslumbrante que salva la papeleta de una historia excesivamente densa para una película al uso y de un director que cae demasiado en el academicismo. El disfrute que Plummer y Mirren proporcionan convierten el film en una experiencia agradable a pesar de sus fallos.

Nota: 5
Nota filmaffinity: 6.3

No hay comentarios:

Publicar un comentario