jueves, 12 de mayo de 2016

The Office (UK)



A estas alturas, Ricky Gervais es un comediante de referencia cuando hablamos de desnudar el alma humana y demostrar que todo puede ser convertido en chiste: Desde las humillaciones de de Extras , pasando por los chorrocientos monólogos de su Show, hasta la mala idea que destina su personaje en la serie que hoy nos ocupa. Oh, The Office. Cuánta bilis, cuánta  acidez y cuánta mala leche pasada de vueltas para, al mismo tiempo, ser tan patéticamente realista.

Hay que reconocer que es una serie muy suya. Se aleja de los estándares actuales de sexo, violencia, intrigas y caritas guapas para ofrecernos un mockumentary tan humano y tan descarnado que no podemos sino estarle agradecidos. Es que es la pura realidad.

Que abandonen toda ambición los que aquí entren… Parece ser el lema inscrito en la puerta de entrada de una empresa papelera que hace de hábitat de un submundo tan conocido como odiado: el de aquellos empleados encerrados en un trabajo aburrido, que se soportan con más o menos cariño y contienen las ganas matarse unos a otros antes de acabar la jornada laboral.

Es una empresa papelera, pero podría ser cualquier oficina. Un ambiente gris y falto de cualquier estímulo hace de nido a un puñado de personajes desangelados que seguro conocemos de nuestro día a día. Todo el que haya trabajado en una oficina verá aquí representado lo peor de la fauna del lugar: El jefe tóxico, el trabajado esforzado (y pelota), el vago rematado, el que sólo está para ligar, el que lo único que quiere es que pasen sus ocho horas de rigor… El patetismo descarnado de una rutina sin sentido condensado en una serie con toneladas de realismo que no hace sino conseguir que perdamos la fe en la humanidad.

Como en cualquier oficina, el centro de todo es el jefe. En este caso, el rey de la función es el jefe que NUNCA quisiera tener. David Brent (brutalérrimo Ricky Gervais) se convierte en un personajillo inolvidable: Es irritante, patético y carismático. Da gusto odiarle y paladeas cada momento en que mete la pata, especialmente cuando compruebas que la expresión “¡Es que no se puede ser más idiota!” es para él un desafío. Esta mezcla de Geofrey Baratheon y Torrente es un miserable egocéntrico que se cree gracioso mientras suelta bromas sexistas y racistas a costa de sus empleados mientras no tolera que absolutamente nadie se ría de él. Porque sabe que él es mejor. Sabe que es el puto amo en todo y que no ha llegado más lejos porque los demás le tienen envidia y conspiran en su contra. Es sorprendente comprobar como cualquier pequeña crítica a su persona se transforma en una catarata de pavoneo desaforado.

Ricky Gervais guioniza, dirige, produce y al mismo tiempo es el actor ideal para el papel. Su actuación es tan impresionante que, entre la vergüenza ajena y la indignación que provoca, llegas incluso  a tener un poco de lástima de este bicho tan lleno de patetismo (lo odiamos a muerte, pero si no te da cosita cuando está disfrazado de avestruz es que no tienes corazón).

Cada capítulo de esta serie (son apenas 12) describe un evento cotidiano de la vida laboral: la llegada de un nuevo compañero, unas birras después del curro, una inspección de trabajo… Nada interesante en apariencia, pero la nada cotidiana se convierte en un una descacharrante ocasión para perder la fe en la humanidad cuando vemos a Brent liarla parda, ya sea reventando una sesión de coaching por puro aburrimiento, disimulando a regañadientes su racismo, asqueando a los demás con sus prodigiosas técnicas de seducción o dejando a todo el mundo patidifuso en una charla motivacional simplemente inolvidable. Los dos arcos argumentales que articulan cada temporada son relativamente nimios, una mera excusa para que podamos reconocernos a nosotros mismos en el escenario viendo como Gervais pervierte la rutina laboral y la convierte en motivo de choteo para gozo y risas del personal.

Risas que, por otro lado, no suenan en el “público”. ¿Desde cuándo una comedia abandona las risas enlatadas? Desde que se decide rodar la serie imitando un Mockumentary. Un desafío que se podría considerar una temeridad, pero a Gervais le sirve para ahondar en las miserias humanas, desnudando corrosivamente el cinismo y las ganas de morbo gratuito del que vivían (y viven) los montones de realities que pueblan las televisiones británicas (y de todo el mundo).  Donde unos ponen carnaza, él añade un humor muy cabrón del que no te deberías reír, pero ante el que no puedes evitar la carcajada. La idea es poderosa y no podemos negar que consigue su cometido, la parodia es perfecta, devastadora incluso. Sin embargo, se vuelve algo pesada a la que intentas ver más de un capítulo seguido, pues sus anodinas tramas y el tono descarnado y neutro no ayudan a coger con ganas una comedia tan desesperanzadora con la especie humana. Tanta miseria e hijoputismo junto acaba deprimiendo al más pintado.

El éxito de público y crítica en el Reino Unido provocó la aparición de un remake estadounidense, protagonizado por el siempre inspirado Steve Carell. El espíritu es el mismo, pero se abandona completamente la idea documental para componer una comedia mucho más canónica. Muy  recomendable, divertida y llena de gamberrismo, pero un producto con un espíritu completamente diferente.

The Office (UK) son apenas 6 horas con las que conocer a un puñado de perdedores inolvidables y reírte de toda la podredumbre que nos rodea. La verdad es que hay que tener muy mala baba para reírse con esta serie. Ricky Gervais es perfectamente consciente de ello. Y por ello nos lo pasa por la cara continuamente. Pedazo de cabrón ^^.

Nota:  6, 7
Nota filmaffinity: 7.6

2 temporadas de 6 capítulos de 25min cada una (¡un suspiro!)
Publicado previamente en Cinéfagos AQUI

No hay comentarios:

Publicar un comentario