lunes, 25 de abril de 2016

¡Ave, César!



Porque los hermanos Coen… bueno, ¡son los hermanos Coen ! Porque el cine de los hermanos Coen es un poco como la tortilla de mi madre: Puede explicar la receta, pero nadie consigue copiar el resultado. Es fácil reconocer ese tono tan particular, el incómodo sentido del ritmo que manejan y los diálogos repletos de esa extraña mezcla de sagacidad y absurdez.  Cada vez que llega una nueva película de estos locos, sobre todo cuando se dirigen hacia la comedia salvaje, es un acontecimiento que se cuela directo en la mayoría de salas sin pasar por casilla de salida y los espectadores se lanzan en masa sin saber, siquiera, qué es lo que van a ver.

Con los Coen, sin embargo, es conveniente saber qué te vas a encontrar. Las expectativas y la disposición mental para ver Valor de Ley o No es país para viejos no tiene mucho que ver con la de Oh Brother! o Quemar después de leer. ¡Ave César! Pertenece a estas últimas. Una comedia alocada situada en los años 50, los años dorados de Hollywood en los que tenían poder sobre todo y sobre todos. En el corazón de un gran estudio se suceden las superproducciones que emplean a miles de personas, cuya gestión se convierte en un infierno. Por suerte para los estudios, Eddie Mannix (un Josh Brolin con mucha clase) es el encargado de manejar todos los imprevistos que se suceden: la mayor estrella de un péplum (George Clooney) es secuestrada por los comunistas, la beldad de la época (Scarlett Johansson) está embarazada de alguien poco recomendable, al mandamás de los estudios se le ha metido en mente convertir a un héroe de acción (Alden Ehrenreich) en un actor, para desesperación de su director (Ralph Fiennes), mientras que las reinas de la prensa del corazón local (Tinda Swinton x2) hacen lo que pueden por conseguir una exclusiva.

El caos campa a sus anchas en esta comedia absurda que rememora la inconexa estructura narrativa de El Gran Lebowski. Realmente, la película no va de nada más que retratar, con toneladas de mala leche, el modo de vida de los estudios del momento. Detalles y anécdotas de la época convergen en un mix absurdo en el que casi ningún personaje tiene más de tres minutos de pantalla (algo que recuerda a los pantagruélicos elencos de Wes Anderson).

No dudo de la veracidad del mordaz retrato de los estudios Hollywoodienses. Cualquiera bien informado sabrá que estas cosas pasaban. Quizás no tenían la imposibilidad absurda que le dan los Coen, pero como las meigas, haberlas haylas. Sin embargo, da la sensación de que han querido meter tantas cosas que la película acaba convirtiéndose en un engendro disperso en el que la calidad de los chistes no es tal como para sostenerla de per se. Encuentro escenas, incluso, en que reconozco dónde está el supuesto chiste, el detalle que me debería hacer gracia pero al que… no le encuentro el sentido. Es allí, se ve el mecanismo, pero luego no entiendo la gracia. Estoy seguro de que,  en mi ignorancia, me estoy perdiendo un puñado de guiños y chistes y que me faltan el 80% de referencias. Pero si a mí me faltan, no quiero pensar en alguien menos versado en estas lides. Simplemente no se enterará de qué ocurre, o qué es de lo que se debe reír. Y así mal vamos.

I'm da boss here!
No obstante, los Coen son los Coen. Su puesta en escena es marca de la casa y no desentona en ningún momento. Una a una, cada escena es impecable. Cuando conectas con el gag, el resultado es desternillante. La discusión teológica de algunas autoridades religiosas cuando se reúnen con la productora para ver si el film que van a estrenar representa a Jesús de Nazaret de forma idónea está rematada como sólo unos pocos pueden hacer. El hecho que el conjunto no tenga mucho sentido o que la mitad de chistes no tengan gracia es otra cuestión, claro. Se hace difícil hilvanar este puñado de sketches sin la ayuda de una historia, que en este caso es prácticamente inexistente, asaltando al espectador desprevenido con un compendio de chorradas sin sentido y un relato que parece no llevar a ninguna parte, por lo que es muy fácil que el interés caiga en picado, perdiendo al público irremediablemente.

Cuando los Coen se ponen chorras pierden el sentido de la realidad, tal como me ocurrió en Quemar después de leer, incluso me acaban desagradando a la que empiezan a fallar los tiros. Disfruto mucho más cuando se van por el lado negro. ¡Ave César! Es desigual y desconcertante. No sabes a qué atenerte con esta película. Una estrambótica y atípica macedonia cuyos ingredientes individuales, no por ello, dejan de poder saborearse –pues cada una de sus partes está muy bien realizada- si eres lo suficientemente valiente (o suicida) para ello.

Nota: 2
Nota filmaffinity: 5.4

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