miércoles, 10 de febrero de 2016

Johnny English Returns



Ocho años después de embarrarse con las patéticas (ejem) aventuras de Johnny English, nuestro querido Mr. Bean volvió a la carga con una segunda parte. Totalmente innecesaria, sí. Pero una parodia de las películas de James Bond nunca viene mal, especialmente cuando no se diferencian tanto del original y sí se toman a sí mismas mucho menos en serio.

Después de unas misiones desastrosas, Johnny English, el agente secreto más torpe al servicio de su majestad, se ha recluido con la intención de mejorar como agente. Las circunstancias obligarán a que vuelva a la palestra –a pesar de sus jefes- con el objetivo de proteger al embajador chino de unos asesinos. Sin embargo, ¡nadie puede escapar de la torpeza de Johnny English!

La primera parte –años ha- era un extraño pastiche en el que Mr. Bean se embarcaba en misiones de James Bond. Alternaba momentos serios –sorprendentemente serios- con otros de descacharre, dando por resultado un engendro irregular que ni se podía tomar en serio ni se podía tomar en broma. 

Para su segunda reencarnación, los creadores se han alejado de una senda continuista, provocando una completa reinterpretación del personaje y la película. Ahora su director se halla plenamente consciente de tener entre manos una parodia y no una película seria. La principal mejora está en el propio personaje que se aleja de un un Mr. Bean o un Leslie NIelsen trasnochado. Johnny English es ahora un personaje con carácter. Sigue siendo más tonto que un zapato y se equivoca por completo cada vez que la situación le requiere pensar, pero esto no le impide ser un estupendo agente secreto. Su toma de decisiones reflexivas es catastróficas y su capacidad de interacción con los demás es cuestionable, pero Johnny English es todo un as en la acción, capaz de huir de toda la policía londinense en una persecución a bordo en una silla de ruedas o perseguir implacablemente a un enemigo a lo largo de la costa de Shanghai (dos escenas de incluso mérito compositivo). 

No busca ser un Agárralo como puedas, sino que se acerca al formalismo –ejem- de las películas de Terrence Hill y Bud Spencer. Tal como Austin Powers hizo en su momento, se han buscado todos los detalles más chistosos de las películas de James Bond, Ethan Hunt y Jason Bourne y, en vez de añadir el horterismo de Mike Myers al cóctel, se ha rellenado con toneladas de flema británica, en una suerte de reencarnación extraña del Inspector Cluseau. 

Todo el mérito del pastel se halla en un Rowan Atkinson que da otra buena muestra de lo bien que se le da que nos riamos de sus chorradas. Consigue que nos creamos a un personaje de lo más patético y mantiene con entereza los gags corporales y gestuales que jalonan el metraje. El resto de secundarios no ocupan de papeles meramente anecdóticos y, ahora sí, absolutamente paródicos. De entre ellos destaca una Gillian Anderson con claras influencias denchianas (Q) y un Dominic West que hace el papel de side-kick, generando una pareja de acción con buena química. Extrañamente para tratarse de una propuesta tan chorra como ésta, todos cumplen con el pequeño papel que les toca en suerte.

Evidentemente, la historia no es más que una sarta de tonterías que sembrar de chistes, cuya calidad es irregular, pero consigue ser mucho menos calamitosa de lo que uno podría esperar. La cantidad de absurdeces que se te arrojan es notable, pero su apuesta por el humor físico (en el que Atkinson es un maestro) consigue un puñado de gags desternillantes que nos retorcerán con agrado de la risa.

Por otro lado, sorprende la calidad con que están resueltas las escenas de acción, lo que ayuda a soportar sus ligeros bajones de ritmo y la peculiar coherencia con que se forja su lógica. La calidad técnica con que está resuelto el film es inesperadamente alta. Hay medios para pagar buenos exteriores –adecuadamente aprovechados-, la puesta en escena es más que correcta y el sonido entra con solidez cuando debe. No hay ningún rastro de virtuosismo, pero tampoco vamos a pedirle aquello que no puede dar.

Johnny English Returns no es ni mucho menos una gran película, pero sí es un producto entretenido que, consciente de su reducida calidad que no intenta meterse en más líos de los debidos. Irregular tanto en el ritmo como en el humor, guarda un par de momentos impagables y no defraudará a ningún fan de esta leyenda viva del humor inglés. Echar unas risas tontas sienta bien de vez en cuando, y esta propuesta malilla pero llena de simpatía se presta perfectamente para ello, incluso si no se es un gran fan de Rowan Atkinson. Mucho mejor que su predecesora, sin duda.

Nota. 4
Nota filmaffinity: 4.7

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